jueves, 28 de mayo de 2009

Mi dosis de rebeldía




Por Adrián Pertoldi

La avenida Córdoba hostiga con su ritmo demoledor. Autos, colectivos, gente, autos, colectivos y algún taxi. La escenografía se repite sistemáticamente. Me ubico en una de las mesas apuntando al televisor y pregunto a la moza el objeto de mi visita ¿Pasan el partido de Barcelona?. La miro. Me mira y apenas responde con un ademán simple que aparenta una respuesta afirmativa. Titubeo. No creo que sepa que hoy se juega el partido de fútbol más importante del año. Contemplo alrededor y apenas veo una pareja tomando un café y dos pibes que recién salen del colegio, vaya a saber cuál, con dos licuados gigantes de manzana. Con el café y las medialunas recién llegados, emergen los equipos a la cancha y todas, pero todas las imágenes se la lleva Lionel Messi, siempre con su forma especial de andar, parco, taciturno como si no supiera lo que le puede deparar la vida en esos 90 minutos. ¿Por qué con la pelotita en los pies es tan diferente a verlo en otra acción? Parece que su hábitat es ése, no puede ponerse en otra postura.

Arranca el partido. Mejor Manchester utilizando los andariveles y como epicentro a Cristiano Ronaldo. Escucho una voz intensa que apabulla el ambiente. “Este tipo es un amargo”, suelta despotricando ante la figura del portugués. El señor, bajo, con grandes anteojos está sentado a 5 metros y critica la temperatura corporal del as del United. Pienso que un tipo que se banca jugar con 72.000 personas y la exigencia que tiene por ser quién no puede ser ningún amargo. Me lo imagino a él, así tan insignificante, corriendo con la presión de tenerlo a Puyol durante 90 minutos. Vamos a ver cuánto aguanta. Minutos después vino el gol de Eto´o y apreto el puño a más no poder. Uno enarbola banderas con las cuales comulga. Imposible no identificarse con este equipo.

A partir de ahí, el partido se terminó para mí y sólo me puse a observar todos los movimientos del mejor jugador del mundo. ¿Messi? Muy equivocados. Andrés Iniesta demostró, una vez más, ser el mejor de todos. Verlo jugar es un placer. En la transmisión televisiva, Ángel Cappa, entrenador de Huracán, consideraba que posee un manual con instrucciones dentro del campo de juego, que todo lo ejecuta a la precisión. Para mí tiene varios. Uno para defender y acompañar a otro gladiador como Xavi; otro para erigirse como indispensable en la distribución de la pelota en el mediocampo y otro en materia ofensiva. Calidad, ubicación, despliegue y habilidad. No tendrá la picardía y velocidad de nuestro rosarino pero con lo que cuenta le basta y sobra para ser el mejor.

Llega el gol de Messi y los restos de medialunas caen al piso. Ni él se hubiese imaginado convertir de cabeza. Grita, salta, se abraza y es feliz. Emociona ver a un compatriota llegando a lo más alto del fútbol mundial. El resto está de más. Me cobra la moza y observa que tengo una sonrisa de par en par. La felicidad por el triunfo de Guardiola, de esa escuela fantástica que aprendió de Cruyff es ejemplificada en mi cara. Se acerca el señor diminuto y en voz elevada se dirige hacia mí y me dice “A ver si Messi en Sudáfrica hace lo mismo”. Pienso que ojalá sea así, aunque mascullo bronca de pensar que el instinto argentino de no disfrutar permanece, sea cual fuese el momento, latente en cada uno de nosotros. Salgo y la avenida Córdoba sigue igual, estropeada de tanta vorágine. No me importa meterme en esa locura de nuevo llamada microcentro, ya tuve mi dosis de rebeldía mirando al Barcelona. Mi Barcelona.

domingo, 17 de mayo de 2009

martes, 12 de mayo de 2009

Motivos les sobran


Por Adrián Pertoldi

Banderas, reproches y silencios a esta altura poco llamativos. El combo River posee en estos momentos rasgos particulares que requieren ser tenidos en cuenta. La eliminación prematura en la Copa Libertadores y el aciago empate ante Lanús en el Estadio Monumental que lo separa de los puestos de vanguardia en el Torneo Clausura hicieron eclosión en los hinchas genuinos y también de los otros, que se encomendaron de visualizar las expresiones en contra del plantel pero no justamente por el rol de la comisión directiva comandada por José María Aguilar, quien otra vez (y van...) se encuentra jaqueado por el caos institucional que además engloba lo futbolístico y que dentro de su ser desea que diciembre llegue lo más próximo posible.

La connivencia entre los barras y los dirigentes millonarios no debe sorprender a nadie. Lo ocurrido con el asesinato de Gonzalo Acro y lo acaecido tiempo después cuando los cabecillas de ambos bandos (Rousseau y los hermanos Schlenker) responsabilizaron a Aguilar por lo sucedido, remarcan una realidad palpable en Núñez, en el que dirigentes y asesinos van de la mano. Lamentable, pero realidad al fin. Lo importante aquí es que el hincha verdadero, aquél al cual no le pagan los viajes y apoya por sentimiento puro al club comprenda que en los comicios a fin de año se está jugando el futuro institucional de River. Por eso participar resulta indispensable.

Picante el partido ante Lanús. La gente no falló y a pesar del pobrísimo rendimiento en general llenó la cancha, alentó sin parar y fue un verdadero empuje para un equipo con insuficiencias técnicas alarmantes, débil mentalmente y falta de sacrificio, garra o vulgarmente huevo, que a cualquiera con sangre en las venas lo exaspera. A esta camada de futbolistas de River les da lo mismo ganar o perder. Lo que había dicho Américo Gallego en los primeros partidos en Independiente textualmente se repite en este River apático. La conformación de este plantel, más allá de los Simeone, Gabriel Rodríguez o Gorosito, estuvo signada por la aceptación de los dirigentes, quienes repiten errores sustanciales casi por decantación. Ésos que el hincha verdadero no los quiere ver más. Motivos les sobran.