Por Alex Caniza
Un nuevo fin de semana pasó en el fútbol argentino repleto de actos de violencia de todo tipo y color. El domingo, como otros cientos en mi vida, se me ocurrió ir con mi mujer a la cancha a ver a Racing. La ecuación que hice fue muy sencilla Racing vs. Godoy Cruz = bajas posibilidades de disturbios.
Llegamos media hora antes y dimos toda la vuelta al Cilindro para ingresar por el lugar indicado. En el primer cacheo, sentí que había matado a cuatro personas unos minutos antes. Los policías me miraban como si yo hubiese sido el Petiso Orejudo o algún criminal de esa calaña. En sus rostros se dibujaba una rudeza absurda a punto de estallar. Finalmente y con algunos empujones pasé el primer control. Dos pasos más adelante, un grupo circular de seis personas se pasaban un papelito con cocaína como si fuera un mate y tomaban cerveza de una botella recortada. Pero…cómo puede ser? Hace un instante me habían hecho el “cacheo” y estos tipos tomaban droga y alcohol a dos metros (distancia real) de la Policía. Algo está fallando.
Unos doscientos metros más adelante un nuevo cacheo. Mi mujer por la fila de las mujeres y yo por la de los animales…digo de los hombres. “Nena la botella no pasa” increpó una mujer policía. Mi mujer, que no es mucho de ir a la cancha, mucho no entendía. Unos metros atrás había un grupo de personas tomando cerveza y cocaína y ella no podía entrar con agua…algo está mal.
Luego de haber comprado las entradas, nos disponemos al tercer manoseo policial. Realmente los rostros carecientes de amabilidad de los uniformados daban temor. La inexplicable sensación de ingresar al estadio se contraponía con el temor de que en cualquier mal movimiento, uno de estos policías pudiera reaccionar mal y por ir a la cancha a ver un partido de fútbol, volvés con un bastonazo.
Redundar en detalles de cómo te tratan antes de ingresas me parece ilógico entendiendo que todos los que leen esta nota son seguidores de este hermoso deporte y sufren lo mismo que cualquier gil como yo al ingreso a un estadio.
Ya ubicados en la platea alta detrás del arco, observé (como en todas las canchas) que los policías estás del lado de adentro del campo. Alguien me explica que función cumplen allí? A los dos minutos del partido, un señor pasado en kilos no tuvo mejor idea que pararse en el borde de la pared de hormigón que delimita el fin de esa platea alta. Se quedó allí el resto del primer tiempo y gran parte del segundo mientras, de vez en cuando, aspiraba un polvito que conseguía al abrir un papelito que tenía en el bolsillo. Realmente mi inquietud no pasaba por intentar curar a aquel hombre sino porque si se caía de allí arriba, mataba por lo menos a alguno de la popular de abajo.
Y la policía? Adentro del campo de juego. Nadie en mas de 80 minutos fue a prevenir lo que pudo haber sido algo 100% prevenible. Les aseguro que el sector en el que me encontraba estaba más atento a este hombre que al partido.
Entonces…resumiendo. Fui a la cancha, estuve a punto de ser un asesino en tres cacheos, me distraje viendo a un hombre haciendo equilibrio con su vida mientras tomaba cocaína y encima pagué $ 50 por entrada…Yo soy el culpable. La próxima me quedo en casa y lo veo por tele.
Llegamos media hora antes y dimos toda la vuelta al Cilindro para ingresar por el lugar indicado. En el primer cacheo, sentí que había matado a cuatro personas unos minutos antes. Los policías me miraban como si yo hubiese sido el Petiso Orejudo o algún criminal de esa calaña. En sus rostros se dibujaba una rudeza absurda a punto de estallar. Finalmente y con algunos empujones pasé el primer control. Dos pasos más adelante, un grupo circular de seis personas se pasaban un papelito con cocaína como si fuera un mate y tomaban cerveza de una botella recortada. Pero…cómo puede ser? Hace un instante me habían hecho el “cacheo” y estos tipos tomaban droga y alcohol a dos metros (distancia real) de la Policía. Algo está fallando.
Unos doscientos metros más adelante un nuevo cacheo. Mi mujer por la fila de las mujeres y yo por la de los animales…digo de los hombres. “Nena la botella no pasa” increpó una mujer policía. Mi mujer, que no es mucho de ir a la cancha, mucho no entendía. Unos metros atrás había un grupo de personas tomando cerveza y cocaína y ella no podía entrar con agua…algo está mal.
Luego de haber comprado las entradas, nos disponemos al tercer manoseo policial. Realmente los rostros carecientes de amabilidad de los uniformados daban temor. La inexplicable sensación de ingresar al estadio se contraponía con el temor de que en cualquier mal movimiento, uno de estos policías pudiera reaccionar mal y por ir a la cancha a ver un partido de fútbol, volvés con un bastonazo.
Redundar en detalles de cómo te tratan antes de ingresas me parece ilógico entendiendo que todos los que leen esta nota son seguidores de este hermoso deporte y sufren lo mismo que cualquier gil como yo al ingreso a un estadio.
Ya ubicados en la platea alta detrás del arco, observé (como en todas las canchas) que los policías estás del lado de adentro del campo. Alguien me explica que función cumplen allí? A los dos minutos del partido, un señor pasado en kilos no tuvo mejor idea que pararse en el borde de la pared de hormigón que delimita el fin de esa platea alta. Se quedó allí el resto del primer tiempo y gran parte del segundo mientras, de vez en cuando, aspiraba un polvito que conseguía al abrir un papelito que tenía en el bolsillo. Realmente mi inquietud no pasaba por intentar curar a aquel hombre sino porque si se caía de allí arriba, mataba por lo menos a alguno de la popular de abajo.
Y la policía? Adentro del campo de juego. Nadie en mas de 80 minutos fue a prevenir lo que pudo haber sido algo 100% prevenible. Les aseguro que el sector en el que me encontraba estaba más atento a este hombre que al partido.
Entonces…resumiendo. Fui a la cancha, estuve a punto de ser un asesino en tres cacheos, me distraje viendo a un hombre haciendo equilibrio con su vida mientras tomaba cocaína y encima pagué $ 50 por entrada…Yo soy el culpable. La próxima me quedo en casa y lo veo por tele.
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