lunes, 13 de octubre de 2008

Pobres canilleras....


Adrián Pertoldi


Sorprendió o tal vez no. La crudeza que tuvo el partido entre Argentina y Uruguay tuvo un solo responsable: el paraguayo Carlos Torres, sin lugar a dudas, uno de los peores árbitros de los varios que pululan por Sudamérica, al cual se le fue el encuentro de las manos y permitió un vendaval de patadas, golpes y peleas constantes que no contribuyeron en nada a lo que dos grandes equipos pueden plasmar en el campo de juego.

Los medios nacionales bien se hicieron eco de la rudeza de los futbolistas chárruas, quienes en vez de contribuir con buen fútbol, porque les sobra jugadores para hacerlo, decidieron pelear en la cancha para ver quién era el más guapo. Así pudimos contemplar, y sin el castigo merecido, diversos golpes propinados por Eguren y en especial de Diego Pérez, que repartió patadas a diestra y siniestra durante los noventa minutos y que el bueno de Torres apenas lo amonestó faltando 5 minutos y luego de un pequeño foul a Messi. Del resto de atropellos ni se acordó.

Sin lugar a dudas, Uruguay no se clasificará a Sudáfrica jugando de este modo. Otra cuestión de la que estoy seguro es que el técnico celeste Oscar Tabarez no comparte esta idea del golpe sistemático para cortar el juego y que se debe encontrar muy disgustado por el pobre rendimiento de sus dirigidos. El problema es que Argentina se contagió de esto en el segundo tiempo. En vez de callarse y proponer otro tipo de fútbol, los futbolistas argentinos no se quedaron atrás y también ejercieron el juego brusco como arma cotidiana.

Así pudimos observar uno de los peores segundos tiempos que ha tenido la selección en los últimos tiempos, en el que las presencias de tantos jugadores con brillante nivel técnico fue insignificante, donde Messi, Aguero, Riquelme y Tevez fueron espectadores de la batalla que se presentaba en el mediocampo, con Javier Mascherano discutiendo con cada rival y el resto sumándose a un coro de brutalidad que el juez no pudo resolver, demostrando una vez más su lamentable nivel para dirigir partidos de semejante envergadura. De este Argentina y Uruguay, en vez de recordar el primer gol de Messi en estas tierras, se hará mella de las patadas que se dieron.

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