Cada vez que un equipo acumula resultados negativos, los rumores sobre la salida de su respectivo entrenador comienzan a circular, alimentados por las versiones de la prensa, abastecida naturalmente por directivos o jugadores del propio club que apuestan a un reemplazo del “piloto” de turno. Así es como la sociedad futbolera argentina se (mal) acostumbró a aseverar desprejuiciadamente que “cuando un proyecto falla (léase no se gana) lo más lógico es que se vaya el entrenador”. Sin embargo, esta afirmación sólo se sostiene en el económico argumento de que es más barato resarcir a una persona –el DT saliente- que a los futbolistas que componen un plantel.
¿Pero, acaso no son los directivos quiénes contratan a un entrenador para liderar un grupo de profesionales y desarrollar un proyecto? ¿Cómo se comprende, entonces, que ante la primera serie de resultados adversos la cabeza del plan corra peligro de rodar?
Tendría(mos) ingenuidad si consideráramos que en grupos de trabajo de cualquier ámbito que integran personas con diferentes edades, personalidades y temples no existen divergencias que pueden afectar la convivencia. Sin embargo, el fútbol vuelve a poner en el centro del análisis situaciones más cercanas a miserias que a cualidades humanas.
Desde la salida de Reinaldo Merlo como DT de River Plate en el verano de 2006, luego de que Marcelo Gallardo le comunicara en su rol de líder el desacuerdo del plantel con los métodos de trabajo de “Mostaza”, los futbolistas de la Primera División de Argentina parecen haber asumido un poder que les permite elegir cómo, cuándo y con quién trabajar, según el ánimo del grupo o del líder del mismo. El problema es que, en realidad, los jugadores son empleados de una institución, que contrata a una autoridad, cuyas indicaciones deben respetar y obedecer, siempre y cuando –naturalmente- no se vulneren condiciones mínimas de respeto y profesionalidad. Resultan al menos llamativos los casos de equipos que de una fecha para otra, en un lapso que puede ir de 3 a 7 días entre cada partido, aparecen revitalizados sólo con el cambio del entrenador.
No debería sorprendernos que esta situación afectara a los equipos del ámbito local si afectó incluso a la selección argentina, cuando Alfio Basile renunció tras la derrota 1-0 ante Chile, luego de que desde su entorno más íntimo se sugirió que el DT se sintió traicionado por el presidente de la AFA, Julio Grondona, y por los jugadores, especialmente los más jóvenes, quienes hasta llegaron a mofarse del entrenador y sus cábalas, como al lanzarse talco en el vestuario emulando al “Coco” y a su ladero principal, Rubén “Panadero” Díaz.
Retornado a la actualidad, Rosario Central acumulaba luego de las primeras cuatro fechas del Torneo Clausura sólo 1 punto, producto de su empate 0-0 como visitante de Estudiantes, con 2 goles a favor y 7 en contra. Empero, inmediatamente después de la salida de Alfaro y ya con Merlo como nuevo DT, “los Canallas” ganaron dos partidos consecutivos, 3-1 como local al poderoso San Lorenzo y 5-0 en su visita a Arsenal, y empataron 1-1 ante el invicto Vélez.
Igual destino que Alfaro corrió Leonardo Astrada en Estudiantes, que luego de las primeras 4 jornadas del certamen sumaba 4 unidades, consecuencia del empate ante Central y el triunfo 2-1 ante San Lorenzo. Simultáneamente, en la Copa Libertadores el “Pincha” presentaba sólo 3 puntos luego de 3 fechas en el Grupo 5, tras su ajustado triunfo 1-0 como local ante Universitario de Sucre y luego de las caídas 3-0 ante Cruzeiro y 1-0 contra Deportivo Quito. Alejandro Sabella reemplazó a Astrada como DT y Estudiantes aplastó a Deportivo Quito 4-0, para colocarse escolta en la zona, detrás del equipo brasileño, y empató sin goles ante el Racing Club en crisis.
Osvaldo “Pepe” Santoro, el mismo que había “salvado las papas” en un Independiente sin rumbo, decidió dar un paso al costado, cansado de las constantes presiones y los incesantes rumores sobre su salida. Santoro se despidió del cargo con la goleada 4-1 sobre Newell’s, en tal vez una de las mejores actuaciones del “Rojo” en los últimos meses, superando incluso el nivel exhibido en los triunfos sobre Racing y Boca. Por su parte, Jorge Burruchaga, desgastado y acusado de no poder controlar un plantel dividido, también decidió renunciar a su cargo como DT en Banfield pese al triunfo 2-0 sobre Arsenal, donde también Daniel Garnero tambalea ante los últimos resultados negativos. Juan Manuel Llop (Racing) y Omar Labruna (Gimnasia y Esgrima Jujuy) completan la lista de entrenadores consumidos por el Clausura 2009, donde resultan curiosos también los casos de otros equipos en los que se evidencia un claro descenso en su nivel, o -como mínimo- un cambio de actitud.
Es al menos peligroso que se sostenga este procedimiento en el cual los directivos cambian de entrenadores como de figuritas, atendiendo los caprichos o desplantes de jugadores que piensan cada vez más en beneficios particulares en lugar de respetar y responder a la institución y los colores que representan, porque en definitiva, los futbolistas olvidan que son profesionales.
3 comentarios:
Buena nota de un tema que se repite domingo tras domingo en el futbol argentino. Ahora vemos lo que le pasa a Russo.Slds
Si, es verdad lo que plantea Germán, muy buena nota
Buena Nota. Interesante. Y es tal cual. Los futbolistas a veces olvidan que son PROFESIONALES
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