EDUARDO BOLAÑOS
Lo que parecía tan lejano, se fue acercando con el correr del calendario tenístico y aquí está, la semifinal con Rusia es una realidad. Disfrutable y temible por partes iguales. Una serie pareja, con un incierto ganador. Para nuestro país, esta instancia no es nueva, ya que la disputó con suerte diversa en nueve ocasiones y solo en dos oportunidades pudo llegar a la ansiada final. Dos veces fue semifinalista con el viejo sistema y las siete restantes, desde la instauración del Grupo Mundial en 1981.
La relación de Argentina con las semis de la Davis se inicia en el inolvidable 1977, donde Guillermo Vilas fue el mejor del planeta. El sistema de disputa era diferente: estaba dividido en zonas por continentes y los ganadores de cada uno, avanzaban a as semifinales. En mayo de ese año, se le ganó por primera vez a Estados Unidos por la final de la zona americana. Victoria que fue enormemente celebrada por un público que invadió el court central del Buenos Aires, en un hecho nunca antes visto.
Ese éxito permitió jugar las semis ante Australia como local, una semana después que Vilas ganase el U. S. Open. En la previa, Argentina tenía dos puntos seguros (los singles de “Willy”), pero necesitaba el tercero. La lógica se dio el primer día y con el 1-1, el dobles fue decisivo. La dupla Vilas – Cano disputó el mejor partido de su historia como binomio, pero cedió ante Dent - Alexandre, en un emocionante quinto set finalizado en la mañana del domingo. A continuación, Cano perdió y la ilusión se esfumó.
Tres años más tarde, la situación fue muy similar: victoria ante Estados Unidos (consagratoria labor de Clerc al vencer a Mc Enroe) y localía en semifinales. Fue una chance única, que se escapó por dos factores: una inoportuna pelea entre directivos y jugadores y la aparición, en el equipo visitante, de un fenómeno que se consolidaría en los primeros planos en los siguientes diez años: Iván Lendl.
En 1981, los ingleses llegaron a Buenos Aires sabiendo que era imposible ganarles a Vilas y Clerc, más allá de las diferencias personales entre ambos, que ya habían estallado meses atrás. Argentina cumplió los pronósticos y arrasó 5-0, clasificándose por primera vez para la final. Esa historia es bien conocida: soberbia actuación ante USA, pero que no alcanzó para levantar la ensaladera. Dos años después, con el inicio de la decadencia de Vilas y la irregularidad de Clerc, se llegó nuevamente a las semis, dejando atrás a Italia en cuatros. El rival fue Suecia, un equipo sólido, de jóvenes que se encaramarían en la cima del tenis por varios años: Edberg, Wilander, Nystrom, Sundstrom, Jarryd. El talento de estos y el supreme court de Estocolmo, fueron demasiado para algo muy lejano a un conjunto, como eran los nuestros, devorados en peleas internas.
Llegó el recambio, con ascensos, descensos y cambios de nombres. Hubo que esperar hasta 1990 para tener nuevamente la oportunidad de disputar las semifinales. Una emocionante remontada ante Alemania en cuatros fue el pasaporte. La visita era de altísimo riesgo: Australia y su temido césped. El 5-0 final es mentiroso, porque el primer día, Jaite estuvo dos sets arriba ante Wally Masur y no lo pudo cerrar, y en el dobles, Frana y Minuissi jugaron mano a mano con Cahill y Kratzman, para ceder recién 15-13 en el último parcial.
La ausencia de nuestro país en esta instancia por espacio de 12 años tiene sus motivos: esa excelente generación que conformaron los arriba mencionados (más Davín, Pérez Roldán, Mancini, Markus, De la Peña), se retiraron muy jóvenes, por lesiones en la mayoría de los casos y no hubo una decantación natural para que se ocupen sus lugares.
La “Legión” dijo presente en semifinales en 2002 en una fría Moscú. El 0-2 de la primera jornada, pudo cambiar, porque Gaudio estuvo 5-2 en el quinto set ante Kafelnikov, pero se le escapó de manera increíble. En el dobles hizo su debut en esta competencia un hombre que estaba llamado a ser protagonista excluyente de Argentina en la Davis: David Nalbandián. En pareja con Lucas Arnold ganó el partido más largo en la historia de la “ensaladera”, a Kafelnikov – Safin por 6-4 6-4 5-7 3-6 19-17 en seis horas con 20 minutos. La serie se perdió, pero había nacido la mística.
En 2003, un inolvidable choque con España en Málaga, que poseía un verdadero dream team: Ferrero (número 1 del mundo en ese momento), Carlos Moyá, Albert Costa y Alex Corretja. Ferrero arrasó a Gaudio y a continuación, Mariano Zabaleta desperdició una ventaja de dos sets a cero ante Moyá y cayó sin atenuantes. Distinta fue la historia el sábado, donde Arnold y Calleri fueron muy sólidos y se impusieron en sets corridos a Costa – Corretja. Agustín reemplazó a Mariano y jugó a su estilo, con palos, violencia y arriesgando todas las bolas, ridiculizando al número 1 del ranking, tal como mostró la chapa final 6-4 7-5 6-1. Lamentablemente, Gaudio no estuvo a la altura de esa circunstancia y no le opuso ninguna oposición a Moyá, dejando escapar una inmejorable ocasión.
La de 2005 fue, en mi opinión, la gran ocasión. Argentina atravesaba a nivel de nombres un momento inmejorable, con cuatro tenistas entre los 12 mejores del planeta (Nalbanidán, Coria, Gaudio y Puerta). Ellos conformaron el equipo que viajó para medirse con Eslovaquia. En los cuartos, se había obtenido una gran victoria sobre Australia en césped, donde David se afianzó como el líder indiscutido del equipo. En ese año, Guillermo Coria ingresó lentamente en el laberinto de dudas, que se fue acrecentando y que parece no tener final. Su floja labor del primer día ante Beck, fue igualada con una brillante actuación de Nalbandián, dejando sin invicto como local a Hrbaty. Pocas veces hubo un dobles definido por tan escaso margen, pese a jugarse solo tres sets. Beck y Mertinak superaron a Nalbandián – Puerta por 7-6 7-5 7-6 y prácticamente sentenciaron la serie, hecho que fue reafirmado por el triunfo de Hrbaty sobre Coria.
En 2006, nuestro equipo fue muy superior a Australia en Parque Roca, tal como lo reflejó el 5-0, con una recordada victoria de Acasuso sobre Hewitt en cinco sets. Luego se perdió ajustadamente por 3-2 la final ante Rusia. Allí, la mayoría de los medios sostenía que no había que dramatizar esa derrota, ya que ese grupo de jugadores tenía todavía muchos años por delante para ganarla.
En ese momento, me permití disentir con la opinión generalizada. Creo que el tiempo es inexorable y pasa para todos. Esta brillante generación de tenistas está ahora, en este 2008 ante una enorme chance. Si vence Rusia, definirá en condición de local, algo que hasta ahora nunca sucedió. Primero, tenemos que ganar este fin de semana. Es una serie pareja, es una serie difícil, pero es una seria ilusión. Ojalá sea una realidad. Hasta la próxima...
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